1. Exfoliantes físicos:
Los exfoliantes físicos eliminan manualmente la piel muerta, al aplicar sobre la superficie de la piel componentes abrasivos como el azúcar, las microperlas, las semillas de jojoba, etc. El masaje mejora la microcirculación y el drenaje linfático, además de eliminar las células muertas con lo que obtenemos como resultado un cutis mucho más sano y resplandeciente.
La exfoliación puede tener su parte negativa si el producto exfoliante utilizado contiene partículas demasiado abrasivas y frotamos vigorosamente al aplicarlas.
Puedes evitar este tipo de problemas optando por productos con partículas suaves y redondeadas, y aplicándolos con delicadeza.
2. Exfoliantes químicos:
Los exfoliantes químicos actúan disolviendo los enlaces que mantienen unidas a las células muertas de la piel, permitiendo a las células muertas desprenderse y permitiendo también que la nueva piel llegue a la superficie.
Los exfoliantes químicos suelen ser suaves: están compuestos por ácidos en proporciones bajas y enzimas naturales, derivados de algunos alimentos.
Se suelen utilizar Alfahidroxiácidos como el ácido láctico, el ácido glicólico y el ácido tartárico.
Los exfoliantes químicos no requieren que los frotes al aplicarlos. Penetran en las capas más profundas de la piel y potencian la renovación.
También nos dejará una piel más vulnerable al sol y a la pérdida de humedad.
Es necesario empezar a exfoliarnos poco a poco e ir incrementando poco a poco el ritmo de exfoliaciones, para hacerlo de 1-2 veces por semana.
Hay que observar cómo reacciona nuestra piel y actuar en función de ello. Al final, la piel nueva y exfoliada es más frágil, más sensible al sol, de modo que necesitará una adecuada hidratación y protección solar.
En clínica AQUA contamos con todas las garantías y certificaciones para que tengas la total tranquilidad y confianza de que estás en las mejores manos.
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